El pasado “viernes negro”, saliendo del Wal-Mart de mi pueblo natal, me encontré con la siguiente escena: una madre regañaba a su hijo, en la puerta de salida, por no haber empujado a la señora que estaba al frente de él. El hijo, quien por su respuesta parece haber desarrollado un mejor sentido de empatía y consideración que su madre, la miró con cara de confusión y acto seguido le preguntó si pretendía que este empujase a una señora mayor. Su madre con mucho descaro le contestó que sí y concluyó la escena, sin ningún escrúpulo ni vergüenza, diciéndole al hijo, frente a todo el que le pasaba por el lado, que él era un bobo porque la señora al parecer había empujado al niño primero y se suponía que este como respuesta la empujara para atrás. Aunque no presencié el altercado que generó esta discusión entre madre e hijo, me parece que la escena es un buen ejemplo para ilustrar el tipo de absurdo que encontramos en los cuentos del más reciente libro de Alexandra Pagán Vélez, titulado Horror-REAL.
Este libro, publicado bajo la serie Literatura Hoy del Instituto de Cultura Puertorriqueña, consta de siete relatos cortos que construyen un mundo futurístico con una lógica interna que se entrecruza en todos ellos. Los cuentos siguen la tradición del hard science fiction que nos recuerda, por momentos, la serie británica Black Mirror. Este tipo de ciencia ficción se caracteriza por ser científica y tecnológicamente lógica, precisa y creíble, además por presentar escenarios o situaciones hipotéticamente posibles.
Los adelantos tecnológicos, los cambios en conducta que estos conllevan y sus consecuencias son el ancla de estos cuentos. Sobresale un tipo de absurdo satírico con una crítica social implícita que nos recuerda un poco a las novelas de Saramago que se desarrollan en un pueblo cualquiera como Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez o Las intermitencias de la muerte donde, precisamente, el absurdo y lo satírico nos llevan a una reflexión sobre la condición humana y de los extremos a los que somos capaces de llegar. Este absurdo explora y expone, en última instancia, de manera cuasi psicoanalítica, los deseos de un inconsciente colectivo mediatizado y manipulado por la tecnología no dado al pensamiento crítico-analítico.
El primer cuento, “Apocalipsis”, establece las características principales del universo distópico que se repite y despliega en los demás. En el mismo encontramos una sociedad, no muy distante a la nuestra, donde las madres matan a sus hijos al nacer y la gente se suicida sin motivos. Ante los infanticidios y los suicidios el gobierno toma las riendas: se cierran las fronteras, se prohíbe la salida del país, se le quitan los bebés a la madres al nacer. Se recurre a la tecnología, se estratifica la sociedad aún más. Es un mundo colmado de espectáculos de violencia que rayan en el disparate, en lo absurdo, “un disparate aterrador que [obliga] a un tipo de acción sumamente represiva” (16).
“La sala de urgencias” es una crítica al sistema de salud privado. La protagonista, a la que el narrador se refiere con el simple pronombre de “ella”, queda atrapada en la sala de urgencias luego de tropezarse y dejar dientes, rodillas, nariz, muñecas y piel en el suelo. En la sección de urgencia la vacunan contra cuanta enfermedad se les ocurre y la dejan como nueva. También le dejan una gran factura, cuya única alternativa para pagarla es perder la casa pues “ya la ley dispone que, de tener una deuda con cualquier acreedor o representante de salud, el cliente ha de pagar mediante la venta de cualquiera de sus propiedades inmuebles o habrá de ir preso” (38). Nuevamente, Pagán nos encara a un absurdo que no está distante de la realidad. También, el cuento le permite desarrollar el tema de la dependencia tecnológica, el vivir la vida a través de una pantalla, a través de posts en los muros de las redes sociales, pues, dentro de este universo, es compulsorio, así lo establece la ley, subir a la nube dos selfies o posts al día.
Por otro lado, Horror-REAL, el cuento que le da nombre a la colección, es un cuento que juega con las voces narrativas. En ocasiones simula la voz de un locutor televisivo o de anuncios, en otras son las intervenciones de varios personajes siendo entrevistados. En este cuento, Pagán explora el tema de los reality shows, el bombardeo de los anuncios televisivos que incitan y llevan el horror a nuestros televisores. Se trata de un programa (llamado horror-REAL) donde el finalista tuvo que matar a sus más cercanos (su mascota de la niñez, el colega más íntimo), para lograr el Desapego, “desprenderse voluntariamente del sujeto con el cual hemos establecido vínculos afectivos” (43). El lector recordará películas como la serie SAW o, más reciente, The Purge. El cuento, por tanto, juega un poco con el gore que poseen este tipo de películas y programas televisivos que no se alejan demasiado de los videos, igualmente crueles y violentos, que circulan y entretienen a muchos en las redes sociales.
Al final, Alexandra Pagán nos entrega un libro bien pensado con unos cuentos que se relacionan entre sí y que crean un universo absurdo y distópico no muy distante a nuestra realidad. De esta manera, Pagán encara al lector a una crueldad artaudiana, a una crueldad que ha sido concebida con la intención de causar malestar y de revelar el lado amorfo y grotesco de las cosas que no queremos ver, que coloca al lector ante un espejo que solo devela una cruel verdad.