Jiménez-Vera, Cindy. Islandia. San Juan, Puerto Rico: Editorial EDP University. 2015
Cindy Jiménez-Vera también tiene un poema sobre el miedo a la muerte. Se titula “apéndice xxii sobre el derecho al miedo”. Su mamá murió de cáncer, al menos eso se puede deducir de su poemario Islandia, eso si le aplicamos una lectura autobiográfica de esas de las que los profesores y los críticos de literatura siempre recomiendan que no hagamos. Yo la conozco; el día que su mamá murió lo escribió en un status en Facebook. Muchos le dieron like, otros le escribieron comentarios con sus condolencias. A su papá le diagnosticaron cáncer en la próstata como a mi abuelo. Yo sé que los escritores suelen infiltrar detalles de sus vidas en lo que escriben, consciente o inconscientemente, es inevitable, aunque no quieran. También hay lectores que lo leen todo como sucesos o experiencias de la vida del autor. Incluso cuando el libro dice en la contraportada que es ficción. Incluso cuando en las primeras páginas aparece un disclaimer que dice algo así como: esta es una obra completamente ficticia, si algunos de los sucesos o personajes tienen algún parecido con la realidad, es pura coincidencia.
En ese mismo poemario la muerte, la enfermedad y el frío son muy recurrentes… También lo es el hambre… En esta Isla se pasa hambre, aunque la gente diga que no, que eso es cosa de países subdesarrollados, porque se piensan que nosotros estamos desarrolladísimos. Yo tengo una amiga que pasa hambre, y no es porque quiera. El hambre es una cosa cabrona y no hablo del hambre de dos horas después de haber comido, hablo del hambre de días. Cuando se pasa hambre el cuerpo tiembla, convulsiona en las entrañas.
Virgilio Piñera también pasó hambre, hambre de días como mi amiga, hambre vieja. De hecho, es un tema recurrente en sus escritos. Ya ves a qué me refiero cuando digo que hay lectores que lo toman todo como parte de la vida del autor, o cuando digo que hay escritores que infiltran detalles de sus vidas en lo que escriben. Virgilio Piñera era un poeta cubano, vivió en la dictadura y el hambre era su pan de cada día. El punto es que Virgilio también escribió sobre el hambre, del hambre como un tirano.
Curiosamente, hablar del hambre hace pensar en las cucarachas. Aún no entiendo muy bien la asociación aunque podría hacer algunas suposiciones. Tal vez, las cucarachas son la metáfora perfecta del hambre y la muerte. Algo así como un ciclo donde el hambre conduce a la muerte y la muerte a las cucarachas. Pues al final de cuentas, las cucarachas se alimentan por hambre de las sobras, de las migajas, del polvo, de la muerte. Jiménez-Vera también escribe sobre las cucarachas, igual que Piñera y que Ana Lydia Vega Serova, por eso el "apéndice xxvii" es sobre las cucarachas y sobre la muerte. Pienso en qué habrá en común en la vida de estos poetas…
Tal vez hay algo de la respuesta en la siguiente cita de Piñera:
“si no hablo de las cucarachas ¿de qué hablaría? De mis lamentaciones, de mi hambre, de mis fracasos, de mis terrores, han sido las cucarachas mudos testigos. Porque uno sale y puede encontrarse un amigo y contarle su hambre; ver a un primo y pedirle un peso prestado; llegar, después de tribulaciones sin cuento, hasta la mesa del ministro e implorar unas migajas, pero ni el amigo, el primo o el ministro son testigos mudos de nuestra vida. Ellos son del momento y las cucarachas son de siempre”. (Cómo viví y cómo morí)
Luego, más abajo, dice:
“si yo veía al mundo como una enorme cucaracha ¿qué podía esperar de mi semejantes”.
Todo esto me hace pensar en Wall-E, la película animada de Pixar. En cómo después de todo siempre han dicho que las cucarachas son las únicas que sobrevivirán un ataque atómico. Entonces que sobrevivan el hambre no me sorprendería…
El poema, el que mencioné al principio, me hizo pensar en mi abuelo, el que en algún momento, este año o el próximo, este mes o el de arriba, esta semana o la otra, morirá de cáncer como la vecina del lado de casa o la amiga o el esposo de la amiga o el sobrino o la nieta. Porque sea de cáncer o no, todos morimos. Por eso es válido sentir miedo, por eso tenemos derecho al miedo. Porque, como dice Jiménez-Vera, “si no te da miedo, entonces ya has muerto”(13).
Jiménez-Vera, Cindy. Islandia. San Juan, Puerto Rico: Editorial EDP University. 2015
Cindy Jiménez-Vera también tiene un poema sobre el miedo a la muerte. Se titula “apéndice xxii sobre el derecho al miedo”. Su mamá murió de cáncer, al menos eso se puede deducir de su poemario Islandia, eso si le aplicamos una lectura autobiográfica de esas de las que los profesores y los críticos de literatura siempre recomiendan que no hagamos. Yo la conozco; el día que su mamá murió lo escribió en un status en Facebook. Muchos le dieron like, otros le escribieron comentarios con sus condolencias. A su papá le diagnosticaron cáncer en la próstata como a mi abuelo. Yo sé que los escritores suelen infiltrar detalles de sus vidas en lo que escriben, consciente o inconscientemente, es inevitable, aunque no quieran. También hay lectores que lo leen todo como sucesos o experiencias de la vida del autor. Incluso cuando el libro dice en la contraportada que es ficción. Incluso cuando en las primeras páginas aparece un disclaimer que dice algo así como: esta es una obra completamente ficticia, si algunos de los sucesos o personajes tienen algún parecido con la realidad, es pura coincidencia.
En ese mismo poemario la muerte, la enfermedad y el frío son muy recurrentes… También lo es el hambre… En esta Isla se pasa hambre, aunque la gente diga que no, que eso es cosa de países subdesarrollados, porque se piensan que nosotros estamos desarrolladísimos. Yo tengo una amiga que pasa hambre, y no es porque quiera. El hambre es una cosa cabrona y no hablo del hambre de dos horas después de haber comido, hablo del hambre de días. Cuando se pasa hambre el cuerpo tiembla, convulsiona en las entrañas.
Virgilio Piñera también pasó hambre, hambre de días como mi amiga, hambre vieja. De hecho, es un tema recurrente en sus escritos. Ya ves a qué me refiero cuando digo que hay lectores que lo toman todo como parte de la vida del autor, o cuando digo que hay escritores que infiltran detalles de sus vidas en lo que escriben. Virgilio Piñera era un poeta cubano, vivió en la dictadura y el hambre era su pan de cada día. El punto es que Virgilio también escribió sobre el hambre, del hambre como un tirano.
Curiosamente, hablar del hambre hace pensar en las cucarachas. Aún no entiendo muy bien la asociación aunque podría hacer algunas suposiciones. Tal vez, las cucarachas son la metáfora perfecta del hambre y la muerte. Algo así como un ciclo donde el hambre conduce a la muerte y la muerte a las cucarachas. Pues al final de cuentas, las cucarachas se alimentan por hambre de las sobras, de las migajas, del polvo, de la muerte. Jiménez-Vera también escribe sobre las cucarachas, igual que Piñera y que Ana Lydia Vega Serova, por eso el "apéndice xxvii" es sobre las cucarachas y sobre la muerte. Pienso en qué habrá en común en la vida de estos poetas…
Tal vez hay algo de la respuesta en la siguiente cita de Piñera:
“si no hablo de las cucarachas ¿de qué hablaría? De mis lamentaciones, de mi hambre, de mis fracasos, de mis terrores, han sido las cucarachas mudos testigos. Porque uno sale y puede encontrarse un amigo y contarle su hambre; ver a un primo y pedirle un peso prestado; llegar, después de tribulaciones sin cuento, hasta la mesa del ministro e implorar unas migajas, pero ni el amigo, el primo o el ministro son testigos mudos de nuestra vida. Ellos son del momento y las cucarachas son de siempre”. (Cómo viví y cómo morí)
Luego, más abajo, dice:
“si yo veía al mundo como una enorme cucaracha ¿qué podía esperar de mi semejantes”.
Todo esto me hace pensar en Wall-E, la película animada de Pixar. En cómo después de todo siempre han dicho que las cucarachas son las únicas que sobrevivirán un ataque atómico. Entonces que sobrevivan el hambre no me sorprendería…
El poema, el que mencioné al principio, me hizo pensar en mi abuelo, el que en algún momento, este año o el próximo, este mes o el de arriba, esta semana o la otra, morirá de cáncer como la vecina del lado de casa o la amiga o el esposo de la amiga o el sobrino o la nieta. Porque sea de cáncer o no, todos morimos. Por eso es válido sentir miedo, por eso tenemos derecho al miedo. Porque, como dice Jiménez-Vera, “si no te da miedo, entonces ya has muerto”(13).